Había planeado compartir hoy la segunda parte de la conferencia sobre conspiraciones y manipulación digital que publiqué la semana pasada, pero los eventos de los últimos días en mi país me han hecho reflexionar y considerar que quizás es más apremiante discutir el papel que juega la espiritualidad en medio de un estallido social, frente a un gobierno opresor o en general, en una Sociedad en la que se cometen terribles injusticias a nuestro alrededor.
Para quienes me escuchan desde otros países, los pongo en contexto: En este momento en mi país, Colombia, el gobierno de turno está reprimiendo con violencia las protestas pacíficas que múltiples sectores de la Sociedad han convocado para denunciar los abusos de un gobierno indolente que no tuvo problema en proponer una reforma tributaria que aumentaría los impuestos a la clase media y el costo de la canasta familiar en medio de una pandemia que ha aumentado la pobreza en más del 20%.
Ha sido muy conmovedor ver que la mayoría de mis amigos espirituales, yageseros e indígenas han salido a las calles a unirse a las protestas o por lo menos se han manifestado a través de las redes sociales para denunciar los atropellos de la policía y los agentes antidisturbios en contra de la población civil. Entendí que a pesar de que la espiritualidad tiende a marginarse de la política, es válido plantearse cuál debe ser la posición de alguien que se considere espiritual cuando los efectos de la política terminan por afectarnos querámoslo o no.
Hace poco, mientras hacía mi investigación para uno de los primeros episodios de este podcast acerca del lado oscuro de la espiritualidad, encontré un artículo en el que el autor decía que para ser espiritual primero hay que tener el estómago lleno y un techo sobre la cabeza. Lo que entendí de esa expresión fue que si tenemos necesidades básicas que no están satisfechas, no se puede esperar que tengamos la tranquilidad para sentarnos a meditar, hacer mantras y encontrar la paz interior.
Esta afirmación con seguridad causaría un agitado debate entre varios de los maestros espirituales que he conocido porque para algunos de ellos, no existe ninguna condición previa para aplicar los preceptos de la espiritualidad. De hecho, muchos dirían que son justamente las circunstancias externas adversas las que nos predisponen o motivan a soltar las cosas del mundo y buscar la paz en algo que está más allá de lo material.
La literatura religiosa y espiritual ofrece muchos ejemplos de personas que vivieron en medio de carencias o vicisitudes y en lugar de oponerse a ellas, utilizaron la adversidad para encontrar la iluminación. El caso de Job en el Antiguo Testamento es el ejemplo más claro de este arquetipo de la santificación a través del sufrimiento. El Dios Bíblico se ensaña en contra del pobre Job solamente para demostrarle a su adversario que la lealtad y adoración de Job no estaba condicionada a su buena fortuna, sino que incluso en medio de la calamidad y al borde de la muerte, Job mantendría su devoción.
Este caso sin embargo, muestra un aspecto diferente de la relación humana con la desventura, porque refleja la actitud estoica que la mayoría de saberes espirituales promueven cuando se trata de calamidades naturales. La vida es azarosa y cuando la desgracia toca nuestra puerta, no tenemos más remedio que hacer acopio de lo mejor de nosotros mismos y aprovechar las circunstancias para descubrir algo sobre nosotros mismos, o para conectarnos con algo superior y trascendente.
De una manera suave, puedes sacudir el mundo
Pero cuando la desgracia es provocada por un gobernante corrupto, un déspota o un rey perverso, no todos los maestros espirituales que he conocido estarían de acuerdo con que la solución sea poner la otra mejilla. En este contexto, quizás el ejemplo más famoso sea el de la revolución pacífica de Mohandas Gandhi, el famoso líder político y espiritual de la India a quien apodaron Mahatma que quiere decir “maestro ascendido”.
Gandhi es conocido como el líder que logró la independencia de la India sin hacer un solo disparo, promulgando la no violencia y coordinando marchas pacíficas en todo el país. Por esta razón es considerado por muchos como el mejor ejemplo de que sin violencia se pueden lograr transformaciones trascendentales, incluso vencer el poderío de un imperio armado hasta los dientes.
Esta visión, sin embargo es una sobre simplificación y desconoce factores importantes que vienen al caso cuando tratamos de entender cuál es el rol de un espiritual en medio de una revolución. En primer lugar, si bien es cierto que Gandhi se mantuvo siempre en su intención pacifista, el proceso de liberación de la India tomó alrededor de 90 años, durante los cuales hubo numerosas batallas, masacres y protestas violentas.
También hay que considerar que el año en que India obtuvo su independencia, el Reino Unido acababa de salir de la segunda guerra mundial con una economía golpeada, ciudades destruidas por los bombardeos Nazis y la necesidad de enfocar sus esfuerzos en su propia recuperación. Además, los Estados Unidos estaban presionando a los británicos para conceder la independencia de la India, probablemente porque tenían sus propios intereses en el subcontinente, algo que quedó demostrado más adelante.
Esto no quiere decir que el aporte de Gandhi haya sido insignificante, sólo que el movimiento pacifista no fue el único sino una parte importante de una serie de factores y actores que coincidieron para lograr la independencia de la nación. Los registros históricos confirman que los políticos en Londres consideraban a Mahatma Gandhi un líder importante y su movimiento como representativo de la voluntad popular del pueblo indio.
Sin embargo, varios historiadores coinciden en que el gran aporte de Gandhi, más que liderar marchas fue el de inspirar al pueblo y unificarlo detrás de la idea de una sola nación. La India era, y aún es, un crisol de diferentes culturas, credos e idiomas, con grandes diferencias y pocas cosas en común. Gandhi hizo que gran parte de todos esos estados tan diversos creyeran en un solo país independiente y soberano.
Pero incluso para Gandhi, la revolución no-violenta no fue una revolución sin sangre. En abril de 1919, Gandhi convocó una protesta abierta y no violenta a la que se unió la población de la ciudad de Amritsar, quienes exigieron la liberación de unos líderes que habían sido detenidos por los británicos. En represalia, el ejército británico arremetió contra una manifestación pública en la ciudad y causó la muerte de 20.000 indios. El propio Gandhi confesó más tarde que convocar ese movimiento sin planes de contingencia fue un error.
Un error de un pacifista que terminó en la muerte de 20.000 personas. Por supuesto, no es que fuera culpa de Gandhi, pero el hecho demostró que actuar sin violencia no garantiza una respuesta proporcional del adversario, tal como lo vivieron esta semana cientos de manifestantes pacíficos en Colombia que se han encontrado con un estado represivo y una fuerza pública que abusa de su posición dominante para cometer fechorías a nombre de quienes están en el poder.
Entonces ¿cuál debería ser la actitud de una persona consciente que trabaja en su autorrealización espiritual frente a las injusticias y trasformaciones sociales que se están viviendo en Colombia y otros países de Latinoamérica?
En esta parte les comparto ya mi opinión personal desde lo que he aprendido en mi camino. Yo creo que frente a toda circunstancia externa que la vida me presente, debo actuar con coherencia. Coherencia significa que haya armonía entre lo que creo y lo que hago, y desde ese punto de vista, yo como persona espiritual debo plantearme cuáles son los valores que considero primordiales y actuar en consecuencia.
Si para ti el orden actual de las cosas no es correcto, entonces lo coherente es que hagas algo para cambiarlo. Si crees que las cosas no están bien pero que el medio que se promueve para cambiarlo no es correcto, entonces lo coherente es proponer una manera distinta de lograr ese cambio, pero además intentarlo también. Si crees que las cosas están bien como están, entonces lo coherente es hacer algo para defender el estatus quo.
En cualquier caso, la coherencia está estrechamente relacionada con la acción y de hecho, uno de los preceptos más importantes que he aprendido es que la espiritualidad es acción. No basta con creer que eres una persona bondadosa ni decir lo mucho que te gustaría ayudar a alguien que lo necesita, si no haces nada cuando en tu camino encuentras a alguien que necesita una mano y sigues de largo mirando para otro lado.
El segundo punto que habría que considerar luego es que la acción que realices sume en la consecución del objetivo en el que crees. Este aspecto requiere una segunda cualidad y es la sabiduría. Dicen que de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno y eso es precisamente lo que comprendió Gandhi después de la marcha de Amritsar. No siempre la alternativa más fácil, ni la más común o la más popular es la mejor para lograr un objetivo.
Esto fue otra cosa que entendió Gandhi y por eso eligió la no-violencia. La insurrección armada, los asesinatos selectivos y otros medios violentos ya habían sido probados y fracasado antes, así que no tenía sentido que Gandhi recurriera a ellos, a pesar de que en su momento, la protesta armada tal vez hubiese parecido la mejor alternativa.
No quiero decir necesariamente que la protesta pacífica sea siempre la salida. Digo que lo fue en el caso de la liberación de la India, pero no ha servido de la misma manera en muchos conflictos alrededor del mundo en los que las poblaciones pacíficas terminan siendo cooptadas por los violentos o al vaivén de las tiranías de turno. Pero la alternativa, es decir la insurrección armada, ha demostrado ser bastante ineficaz también, excepto algunas pocas excepciones, y casi por regla general, incluso cuando es efectiva, tiende a conllevar efectos secundarios y vicios que en muchos casos hacen que la nueva situación sea incluso peor que la que logró abolir.
También hay un elemento de anacronismo en el uso de la violencia para lograr fines políticos. Cuando uno mira la historia de las naciones del mundo, encuentra que casi todas ellas acudieron al uso de la fuerza para lograr fines que podrían considerarse nobles: liberarse de una tiranía, reivindicar los derechos de un grupo oprimido o desarticular grupos criminales.
No obstante, casi todos estos casos de éxito en el uso de violencia para lograr un fin noble pertenecen al pasado. En el mundo moderno, casi todas las conquistas importantes de todos los colores del espectro ideológico han sido conseguidas por otros medios: como la desobediencia civil, el sufragio, la denuncia periodística, la denuncia ante organismos internacionales de derechos humanos o las campañas en redes sociales, en el caso de los logros más importantes de la población civil y la propaganda, las noticias falsas, la compra de votos y la manipulación digital, en el caso de las conquistas más importantes de los opresores.
Colombia es un caso especial, ya que después de 60 años de conflicto armado y una historia ininterrumpida de conflictos sociales, uno de los índices de corrupción y desigualdad más altos del planeta y un muy pobre respeto por la vida humana, cientos de miles de personas aún creen que la mejor solución para vencer a quienes piensan diferente a ellos es quitarles la vida, y con frecuencia, haciéndolo de la forma más humillante y cruel que sea posible.
Hace algunas semanas llegó a mis manos un libro sobre la historia de la violencia política en la región de Yacopí, de la cual mi padre es originario. Y se me heló la sangre de recorrer esos oscuros pasajes de la historia de Colombia que muy pocos conocen. El libro cubría varios períodos del siglo XX, pero sobre todo el que se conoció como la época “de la violencia” entre liberales y conservadores.
Las historias que narra el autor de “Sobrevivientes de la Tempestad” provienen de personas que vivieron los hechos y lo que describen me recordó casi al pie de la letra las historias que conocí sobre la violencia paramilitar en Colombia durante su apogeo a principios de este siglo: Mutilaciones, despellejamiento, decapitaciones, una diabólica sevicia en contra de mujeres y niños y la clara intención de hacer tanto daño como fuera posible.
Uno de los puntos en común entre los testimonios de “Sobrevivientes de la Tempestad” era la sed de venganza de quienes lograban escapar con vida pero que tuvieron que presenciar los vejámenes a los que sometieron a sus seres queridos.
En un par de casos, se cuenta como las víctimas se convirtieron en victimarios y lograron cobrar venganza en contra de sus verdugos. Siempre he creído que la venganza nunca le trae paz al corazón de una víctima, pero a juzgar por los relatos del libro, cuando se tiene muy poco que perder y nada más por qué vivir, la venganza termina siendo un bálsamo para las heridas.
El problema, claro está, es que ese bálsamo abre otra herida que tarde o temprano termina haciendo que corra más sangre, se acumule más odio y la horrible noche no termine nunca. En el episodio T2E5: El origen del sufrimiento narré una historia de dos familias que se exterminaron mutuamente a lo largo de 11 años por una ofensa de un miembro de una familia en contra de una jóven de la otra. Refleja en gran medida el drama en el que estamos enfrascados los colombianos desde hace décadas.
Un camino para vencer
Hasta aquí no he hecho más que reflexionar sobre hechos y circunstancias pero todavía no he dicho cuál es mi posición frente a lo que debo hacer como ser espiritual frente a tragedias como la que estamos viviendo en mi país, donde en medio de una pandemia, la gente se ve obligada a salir a la calle para exigirle a un gobierno incompetente y corrupto que se haga cargo de su responsabilidad para evitar que la gente se siga muriendo de hambre o de Covid o a manos de los violentos que nuevamente se han venido haciendo al poder de facto en campos y ciudades.
Pues lo que creo es que tenemos la responsabilidad, primero, de sentar una posición clara. La espiritualidad, lo he dicho, es coherencia y acción pero también decisión. Una persona de sabiduría no evita los temas difíciles ni se contenta con medias tintas cuando se trata de fijar su posición frente a la injusticia, el abuso y la maldad. La espiritualidad, al ser universal y natural, nos da la posibilidad de escapar de estos temas si así lo queremos y he conocido espirituales que se lavan las manos diciendo que la violencia es parte de la naturaleza, que si uno sale a protestar a la calle y recibe un tiro de un policía era porque estaba escrito que así debía ser y la víctima tenía un acuerdo álmico con su victimario para “aprender” una lección en esta vida a través de ese sufrimiento.
También hay quienes creen que si estamos oprimidos y somos abusados es porque no hemos elevado nuestro nivel de vibración para “merecer” estar en una situación mejor. Yo, con todo respeto por quienes piensan de esta manera, considero que todo eso es cobardía disfrazada de espiritualidad y en mi opinión, este tipo de creencias no es diferente de la que lleva a una empresa multimillonaria a responder las peticiones de sus empleados extenuados y estresados, regalándoles la suscripción a una app de meditación mindfulness para el celular: Si te sientes mal no es porque yo te explote sino porque no has aprendido a controlar tu mente…
Mi visión es entonces que la espiritualidad nos debe llevar a ser más equilibrados, más pausados para analizar pero también más contundentes para decidir. Entonces lo que viene es saber cuál es la mejor decisión para actuar sabiamente. ¿Debo salir a marchar con mis compatriotas y hacerle ver a los corruptos que no son un puñado de desadaptados sino un pueblo entero el que se está levantando? Si, definitivamente creo que hay que hacerlo tanto como sea posible y no solo en persona sino a través de todos los medios que tenemos a nuestro alcance.
¿Creo que vale la pena morir por esa causa? ¡Es posible! Si la vida me pone en la situación en que una decisión mía puede salvar la vida de miles o mejorar el destino de un pueblo, o liberar a una nación del sufrimiento, creo que perder la vida en esas condiciones es mejor que morir de viejo con el remordimiento de haber tenido la oportunidad de hacer una diferencia para el mundo y no haberlo hecho por cobardía.
Sin embargo, ser carne de cañón en un enfrentamiento entre civiles desarmados y un contingente de policías asesinos, no solo me parece innecesario sino además inútil. Hay algunos de estos muertos que se convierten en símbolo para un movimiento que transforma el mundo. Este fue el caso de George Floyd, el afroamericano que fue asesinado por un policía racista que irónicamente se apellida “Chauvin”. Pero no hay forma de que George hubiera sabido que su muerte sería tan significativa para el movimiento de Black Lives Mater y en Estados Unidos, solamente desde 2013 la policía ha asesinado a más de 1,940 afroamericanos. Solamente conocemos el nombre de uno de ellos.
En Colombia sucedió algo parecido con Dilan Cruz, el joven estudiante que fue asesinado por un policía antidisturbios durante una de las jornadas de protesta pacífica de noviembre de 2019 en Bogotá. Algunos recordamos su nombre pero a pesar de su sacrificio, 18 meses más tarde no solamente no se ha logrado uno solo de los objetivos por los que Dilan protestaba, sino que 38 personas más han sido asesinadas por las armas criminales de las fuerzas armadas colombianas durante las manifestaciones populares de mayo de 2021 y se habla de más de 500 desaparecidos en solamente 7 días de protestas.
Ante esta carnicería y el desbalance entre un pueblo armado de pancartas y en ocasiones piedras o palos y agentes armados hasta los dientes e incluso con apoyo aéreo listo para disparar a manifestantes, pienso que el principio de preservación de la vida que he aprendido en mi camino debe prevalecer. “Vive hoy para pelear otro día” dijo Demóstenes cuando fue censurado por deserción al haber huido del campo de batalla en el que murieron más de 3,000 atenienses durante un enfrentamiento con los macedonios.
No solamente tendrás oportunidad para luchar otro día si salvas tu vida hoy, sino que seguramente podrás hacerlo desde una posición de ventaja. El famoso libro del Arte de la Guerra de Sun Tzu enseña que cuando el guerrero se enfrenta a un enemigo que lo supera en número y poder, nunca lo debe atacar frente a frente, sino que deja que lo persiga, lo lleva a su territorio y lo ataca de forma estratégica cuando se encuentre en una posición vulnerable, para luego seguir huyendo y repetir la estrategia tanto como sea posible.
El Arte de la Guerra, por cierto, es un libro que no solamente habla sobre combate militar sino sobre todo tipo de enfrentamiento y por eso ha sido utilizado como guía de estrategia comercial y también para el trabajo interno del buscador espiritual. Lo que quiere decir el pasaje al que me acabo de referir, es que si te enfrentas a cualquier tipo de adversario que sea más poderoso que tú, debes llevarlo a combatir uno a uno allí donde tú seas más fuerte.
Si Dilan no hubiera muerto aquella tarde de noviembre, quizás habría podido convertirse en un gran líder político que desde el Concejo de la ciudad hubiera promovido ordenanzas para mejorar la calidad de la educación pública universitaria de Bogotá. Todos tenemos alguna fortaleza y es en ese campo en el que debemos combatir. Lo mío es este podcast y si puedo inspirar a una o dos personas para que den la lucha en el terreno en el que son más fuertes, entonces mi esfuerzo sentado frente a un computador a la 1:00 de la mañana en Toronto es más útil que caminando a solas por las calles de la ciudad con la bandera de Colombia a cuestas.
Aún así he marchado por mi país y espero volverlo a hacer, pero también espero siempre volver a casa para abrazar a los míos y espero que tú también puedas hacerlo, para que juntos podamos seguir luchando donde somos fuertes, donde podemos ganar. Tocar mentes y corazones para que usemos el poder del voto, de la ciencia, de la educación, de la tecnología, de las palabras para vencer a los violentos y los corruptos.
Así es, así se cumple y así se realiza!
Fuentes:
Gandhi’s Pacifism and Indian Independence (monthlymagazine.com)
Mahatma Gandhi: A Peaceful Revolution – Exploring your mind
How Did Gandhi Gain Independence for India? (reference.com)
A timeline of 1,944 Black Americans killed by police – Vox
The Art of War by Sun Tzu – Chapter 11: The Nine Situations (suntzusaid.com)