Última actualización el 2023-01-30
Estaba el otro día leyendo un artículo que se titulaba “La hipócrita meditación corporativa de Silicon Valley” y me llamó la atención porque se relaciona mucho con un tema que me había estado rondando la cabeza durante los últimos días para compartirlo con ustedes. El artículo que encontré describía como varias compañías, principalmente startups de Silicon Valley y corporaciones que la gente asocia con la cultura ‘millenial’, han estado incorporando recientemente en sus actividades de recursos humanos la promoción de meditación y “mindfulness”, que no es otra cosa que la observación de momento en momento de la que les hablaba en pasados episodios, para mejorar la calidad de vida de sus empleados.
El problema, según el artículo, es que si bien promover la salud mental, a través de prácticas que nadie puede discutir que sean provechosas, es algo positivo, al parecer estas compañías están usando estos recursos para evitar tener que mejorar las condiciones laborales de sus empleados. Un ejemplo que cita el artículo es el de Starbucks, la cadena internacional de cafeterías donde a principios de este año, cuando empezaban a sentirse los efectos de la pandemia, muchos empleados se quejaron con las directivas por el aumento de la carga laboral y el estés consiguiente que estaban experimentando. Los baristas demandaban aumento de salario y aumento de personal en muchas locaciones en Estados Unidos donde la situación ya era crítica.
Como respuesta, la empresa les dio a todos sus empleados acceso gratuito a la aplicación móvil “Headspace”, que es una aplicación para hacer meditación y relajación asistida. Como podrán imaginarse, no hubo aumentos de sueldo ni contrataciones adicionales[1].
Esto, como dije antes, me hizo reafirmar la importancia de discutir un tema que es prácticamente un tabú en las comunidades y escuelas espirituales, al menos las que conozco: La espiritualidad no es necesaria para todo el mundo ni es efectiva en todas las ocasiones ni es la mejor solución en algunos casos.
Es indudable que las técnicas y prácticas sobre las cuales hemos conversado tienen muchos beneficios y pueden llegar a ser fundamentales para muchas personas que atraviesan momentos difíciles o no han podido liberarse de cargas emocionales de otra manera. Sin embargo, como todo lo demás en la experiencia humana, ni siquiera el conocimiento espiritual está exento de la realidad caótica e impredecible de la existencia.
Muchos caminantes de la espiritualidad, sobre todo cuando llevan poco tiempo de conocer esta sabiduría, caemos en el error – y digo caemos porque desde luego yo también he pasado por ahí – de ver la espiritualidad como una panacea, o una fórmula mágica que sirve para todos, para todo y en todo momento.
Sobresimplificación
Según el artículo de la hipocresía de la meditación corporativa, los altos directivos de muchas compañías están adoptando la creencia de que el estrés existe solamente en nuestras cabezas – lo cual es cierto, y que su causa es la incapacidad de poner atención al momento presente. En otras palabras, que nada tienen que ver la economía capitalista, ni el efecto invasivo y manipulador de las redes sociales ni el cansancio físico sino el cerebro propio el que tiene que ser entrenado y amaestrado para lograr bienestar y felicidad.
Es muy claro que la lógica que emplean esos promotores del mindfulness como pegaloca para arreglar cualquier daño en la mente, está totalmente errada. Lo que se ve aquí es una sobresimplificación de la enseñanza de la espiritualidad y también del funcionamiento de la mente humana y la sociedad.
Lo primero que quiero aclarar es que la meditación y cualquier otra técnica para liberarnos del sufrimiento solamente funcionan si hay unas condiciones mínimas de bienestar y unas garantías mínimas de libertad que permitan que la persona ejerza su individualidad y autodeterminación.
En el episodio anterior sobre Aceptología decíamos que el sufrimiento surge cuando nuestra mente se aferra a algo que no es real: un peligro que no es inminente, o una realidad que no ha sucedido o que ya sucedió, pero quedó atrás. La espiritualidad es un bálsamo que ayuda a curar y cicatrizar, no una pócima mágica que proteja ante todo mal y nos haga invulnerables.
Pretender que una persona no sienta dolor cuando se presente un infortunio o sufra una lesión, no es mentalidad de espirituales sino delirio de gente cruel. Los iniciados sentimos el mismo miedo, el mismo dolor, la misma angustia y muchas veces la misma ira que cualquier particular. La diferencia es que teniendo las posibilidades y dejando atrás el suceso que haya causado el dolor, los espirituales tenemos una herramienta para levantarnos, sanarnos y seguir adelante con la menor cantidad posible de sufrimiento.
Pero esto no es mucho más que lo que puede lograr un no-iniciado que tenga otras herramientas para levantarse: autoconfianza, optimismo, una familia amorosa que lo apoye y lo ayude a salir adelante, una mascota que le lama las heridas (emocionalmente hablando, digo), o incluso una persona religiosa que se aferre a su Dios, a su iglesia o su pastor. Lo que hace diferente a la espiritualidad es que es un poder que surge desde adentro de la persona, que no requiere de una entidad externa que le brinde la tranquilidad que busca. Pero aun así, muchos espirituales se quiebran y se entregan al sufrimiento cuando las circunstancias los sobrepasan. Al menos hasta que su propia tenacidad los lleva a encontrar su camino de regreso al centro.
Uno de los momentos más difíciles para alguien que haya iniciado un camino espiritual es el supuesto “retroceso” que sufre después de haber logrado algunas victorias, sentirse mejor como persona y de repente encontrarse en una situación de conflicto en la que el iniciado se comporte peor aún que como lo habría hecho antes de iniciar su camino. Puede ser un ataque de ira injustificada, descubrirse teniendo un tremendo sentimiento de envidia o llevar una vida oculta por una infidelidad o algún otro tipo de mentira.
Puede pasar también que la persona sienta que tiene derecho a “descargar” la presión de ser tan juicioso en todo lo demás y por lo tanto deba permitirse desjuiciarse en una o dos cositas.
Sea cual sea el razonamiento que tenga lugar, lo que el iniciado no puede pasar por alto es que la verdadera victoria del guerrero espiritual no es ser bueno o tener control en todas las acciones de su vida, sino ser CONSCIENTE de todas ellas. Eso quiere decir que si estás cediendo a la cólera o a la injusticia o si estás mintiendo o envidiando, seas consciente de ello. El no iniciado no se da cuenta porque no se observa, por eso no busca algo mejor, porque simplemente asume que es como es y el resto del mundo debe cambiar. El iniciado sabe que no está actuando desde su ser y tarde o temprano tendrá que actuar en consecuencia.
Pero esta consciencia de nuestro ser, también nos hace conscientes del mundo a nuestro alrededor, de las injusticias que suceden, del dolor de las otras personas, de los peligros que nos rodean. Por esta razón, el verdadero espiritual actúa en contra de esas injusticias cuando así se lo dicta su corazón y denuncia la mentira cuando siente que tiene que ponerle luz a la oscuridad. Eso incluye reconocer y denunciar cuando haya causas objetivas para el sufrimiento.
Esa visión de los espirituales como gente que no camina, sino que levita y que siempre están en perfecto equilibro sin importar lo que pase a su alrededor es un prejuicio que tiene su origen más en el cine y la literatura que en la realidad. Muchas personas que han despertado del mundo de las ilusiones y descubren la espiritualidad pregonan que el mundo no será libre hasta que todos los humanos seamos seres espirituales que nos dediquemos a la meditación y al trabajo interno. Eso es una fantasía, la vida ascética de los monjes sólo se la pueden permitir unos cuantos, y esos cuantos necesitan que el resto laboremos, construyamos, fabriquemos y mantengamos la sociedad.
Si no hubiera gente que se dedica a las tareas mundanas, el mundo probablemente retrocedería a la edad media y ya los monjes tendrían que armarse y dedicarse a cuidar su monasterio, fabricar sus túnicas y preparar sus alimentos.
No todo pasa por una razón
Hubo otro momento en mi camino en el que me di cuenta que mis nuevas creencias espirituales no eran, después de todo, a prueba de balas. Hace unos años estaba leyendo la lista de recomendaciones de libros de Bill Gates, él siempre publica los libros que más le han gustado y hace una reseña sobre cada uno. En esta ocasión, la reseña era sobre un libro llamado “Todo pasa por una razón y otras mentiras que he amado”. En él, la autora, Kate Bowler, narra su experiencia después de haber sido diagnosticada con cáncer de colon etapa IV a sus 35 años de edad y teniendo un hijo pequeño.
Kate era una mujer religiosa que creció con una familia de Menonitas que siempre creyó que Dios premiaba a sus fieles con salud y prosperidad. Al enfrentarse a la inminencia de su propia muerte, ella tuvo que enfrentarse a sus propias creencias y buscar una explicación. La pregunta que se hacía era ¿Por qué a ella? Y si esto era una prueba para su carácter.
Como a muchas personas que atraviesan por una situación como la que ella tuvo que vivir, Kate tuvo que enfrentar la cantidad de consejos lastimeros y opiniones no pedidas sobre la causa de su enfermedad. Desde que era una prueba de Dios para que mostrara su fortaleza, al estilo del pobre Job del Antiguo Testamento, hasta que tal vez el cáncer había sido causado por una culpa de su pasado y que tenía que “expiarlo” con su enfermedad.
Siendo una académica e investigadora, la escritora hizo su propia investigación y después de analizar el tema, resolvió rebelarse en contra de esta escuela de pensamiento que decreta que todo lo malo que sucede es por una buena causa o que hay algún tipo de justicia divina que asegura que los buenos serán premiados y los malos recibirán su castigo.
El origen “Espiritual” de la enfermedad
Algunos años antes de encontrar la recomendación de Bill Gates, yo había estudiado con mucho entusiasmo el tema del Origen Espiritual de las Enfermedades y recuerdo que en alguna oportunidad compartí en un blog personal que tenía, un listado de enfermedades físicas que tenía asociado el supuesto origen espiritual de cada una. Así pues, un cáncer en los ovarios era causado por un dolor sentimental no sanado o por resistirse a dejar a los hijos.
Les voy a leer unas cuantas perlas de la sabiduría insustancial para que vean que al principio pareciera que tiene lógica, pero luego, cuando uno lo piensa dos segundos más, se da cuenta que no tiene ni pies ni cabeza:
Alzheimer: Enfermedad frecuentemente relacionada con el deseo de huir de las realidades de este mundo y a no querer tomar responsabilidades.
Apendicitis: Frecuentemente relacionada a la ira porque me siento en un ‘callejón sin salida”.
Diarrea: Frecuentemente relacionada con el hecho de querer rechazar las soluciones o las situaciones que se ofrecen a mí para progresar en la vida. (Nada que ver esas brevas con arequipe después de la bandeja paisa…)
Gripe: Frecuentemente relacionada a ira porque tengo “atravesado” a alguien o algo. (Más bien porque me le atravesé a alguien que me tosió en la cara[2].)
Sobra decir que ninguna de esas supuestas “causas espirituales” de enfermedades tiene como base ningún tipo de fundamento científico, sino que corresponden a una lógica similar a la que sigue la homeopatía en donde lo similar “cura” lo similar. Entonces si la enfermedad afecta al corazón, debe ser algo relacionado con los asuntos románticos, si es a los ojos, entonces es algo que uno no quiere ver, o algo que uno no quiere escuchar si es un mal de los oídos, etc.
Hay muchas enfermedades que ciertamente tienen un origen mental. Lo que se conoce como enfermedades psicosomáticas o que han sido somatizadas por la mente. Y es que así como sabemos que la mente tiene la capacidad de curar algunas aflicciones del cuerpo, como lo hablamos en el episodio anterior sobre la meditación y el mindfulness, también tiene la capacidad de causar reacciones físicas como fiebre, dolor, calambres, indigestión, migraña e incluso alergias.
El problema es que muchos divulgadores de temas espirituales o esotéricos, al asegurar que todas las enfermedades tienen un origen espiritual, le imponen a la persona una carga adicional a la enfermedad al implicar que además de tener que soportar las incomodidades propias del padecimiento, tiene que dedicarse a resolver los asuntos de su vida emocional que no había podido resolver ni cuando tenía salud completa.
Eso sin contar que muchas personas se sienten culpables por su enfermedad y con el sentimiento de no estar al mismo nivel que los otros que sí gozan de buena salud.
No es “Por qué” sino “Para qué”
Si piensas como mi mamá o como yo, es posible que hayas estado pensando “Es que las cosas malas no suceden por una razón sino PARA una razón”, o sea, un propósito provechoso que está aguardando en el futuro. En general, considero que esta forma de pensar es más provechosa, pero en mi opinión sigue teniendo un inconveniente y es que implica una voluntad externa, o una predeterminación de nuestra vida. Pensar que hay que “descubrir” el “para qué” de una situación dolorosa nos puede hacer perder tiempo tratando de develar un misterio, o en algunos casos, lleva a las personas a esperar pacientemente a que la vida muestre cuál era ese propósito providencial para la prueba que se atravesó.
Lo que creo en esta etapa de mi vida, es que el “para qué” de los momentos difíciles que vivimos no es una pregunta sino un desafío. No tenemos que averiguar el propósito de una situación difícil sino verla como una oportunidad para aprender, valorar las cosas positivas de nuestra vida y motivarnos a lograr algo mejor para nuestras vidas. Algo que antes tal vez no habíamos tenido el coraje para intentar.
De esta forma, perder a un ser querido nos puede servir para valorar más a las otras personas que tenemos en nuestra vida, honrar el recuerdo de la persona que se fue encarnando y viviendo las cosas bellas que nos enseñó y sobre todo hacer lo que esa persona con seguridad habría querido para nosotros y es que atravesemos pronto el duelo y alcancemos una felicidad aún mayor a la que teníamos.
Una enfermedad física, aun siendo terminal, a veces le regala a quien la experimenta la libertad para hacer lo que siempre quiso con su vida, mientras aún disfrute de ella. Algunas personas aprovechan su convalecencia para motivar a sus seres queridos para que luchen por sus sueños y busquen la felicidad. Algunos artistas incluso, le han regalado a la humanidad sus más bellas obras, justo antes de morir.
No existen las coincidencias
En los grupos espirituales que he conocido durante los últimos años he encontrado otras creencias y prácticas que considero perjudiciales, pero de ellas hablaré específicamente cuando comparta con ustedes los relatos relacionados con esas experiencias. Sin embargo, hoy voy a hablar de otra creencia “espiritual” que creo que debemos ver con escepticismo.
Está muy relacionada con la que venía comentando de que “todo pasa por una razón” es “No existen las coincidencias”. Esta es otra forma de decir que todo está predestinado por una sabiduría superior y que todo tiene un propósito. Con esta creencia también hay que tener cuidado de cómo se entiende nuestro rol frente al destino y la causalidad.
Si asumimos un rol pasivo y creemos que hay alguien ahí arriba organizando las cosas para que todo nos salga como nosotros queremos, corremos el riesgo de convertirnos en veletas que lleva el viento de las “casualidades” porque “si Dios me puso en el camino esto o aquello o aquella, debe ser por algo.” He conocido personas que se obsesionan con las coincidencias y todo el tiempo están viendo mensajes divinos en todas partes. La placa de la buseta en la que venían, si llovió cuando se iban a ver con alguien, etc.
Esto me acuerda de una anécdota que me sucedió hace algunos años cuando paseaba por el centro de Medellín. Iba caminando desprevenidamente cuando encontré un billete de lotería en el piso. Lo levanté, miré a los lados y me di cuenta que había un vendedor de lotería justo al lado. Le pregunté si el billete era suyo y él me lo recibió dando las gracias y riéndose de su descuido. Entonces me dijo “Oiga, ese billete debe tener su magia, vea que usted se lo encontró así nomás. Lléveselo que eso es de buena suerte.”
Yo, que nunca he sido de comprar lotería, me creí el cuento de la coincidencia milagrosa y le compré el billete, ¡a más del doble del precio real además! Cuando me encontré con mi suegra y le conté la curiosa coincidencia, no podía de la risa de ver que había caído en una estafa tan vieja. Al parecer, mi cara de rolo me había hecho la víctima ideal para el inescrupuloso lotero, quien pocos segundos antes de que yo pasara me había puesto el billete en el piso como carnada.
El punto es que las coincidencias existen y ocurren todo el tiempo. Hay unas afortunadas como encontrarse un billete (de dinero, no de lotería) por la calle o presentarse a una entrevista de trabajo justo el día en a un entrevistador muy afín a tu personalidad le corresponde entrevistarte. Pero también hay otras coincidencias desafortunadas como pasar por el lado de una montaña justo cuando hay un derrumbe, o sufrir de una pequeña mutación genética que causa cáncer en el colon tipo IV.
Nuestro universo está dominado por procesos aleatorios a nivel cuántico y donde la realidad está formada por millones de variables que ocurren a nuestro alrededor, la mayoría afortunadamente son predecibles, pero hay muchas con varianzas y complejidades tan intrincadas que no son cuantificables. Esto no quiere decir que no tengamos ningún control, pero sí que no tenemos absoluto control. Ni los religiosos con sus dioses, ni los espirituales con sus mantras ni los científicos con sus matemáticas pueden evitar el embate de la casualidad en muchos momentos de la vida.
Pero eso no quiere decir que no podamos inclinar la balanza a nuestro favor: ser amable, culto, eficiente e inteligente emocionalmente puede conllevar algunos aspectos negativos, pero en general nuestra sociedad favorece estas características con mejores relaciones personales y con frecuencia mejor trabajo y prosperidad. Alimentarse de forma balanceada, hacer ejercicio y dormir bien puede que no eximan a nadie de sufrir algunas enfermedades o morir a edad temprana pero sí reducen mucho las probabilidades de ello.
De la misma forma, meditar, auto-observarse y liberarse de los apegos no te hará invulnerable al dolor ni impedirá que eventualmente tengas que sufrir un infortunio, pero te da herramientas para recuperarte de las dificultades y sortear los retos que la vida te presente.
El problema de no creer en las coincidencias y pensar que todo lo que ocurre obedece a la voluntad de alguien o algo, o que todas las situaciones que nos afectan a nivel personal o colectivo son premeditadas por alguien, nos pone en un peligro enorme: La paranoia. Así como los seres humanos evolucionamos para reconocer caras con mucha facilidad y las vemos en las nubes, en la oscuridad o hasta en el frente de los carros, también tenemos la tendencia de ver propósito en cualquier cosa que sucede, tal como lo expuse en el episodio sobre manipulación digital, muchos espirituales cuando despiertan del sueño de la cotidianidad humana se pasan al otro extremo de creer que todo lo malo que sucede en el mundo es causado por una conspiración o un plan maquiavélico orquestado por seres malignos o grupos poderosos como los Illuminati, el Comunismo internacional, Bill Gates o el propio Satanás.
Y es por eso que muchos iniciados se desvían de su camino de crecimiento interior para dedicarse a “estudiar” y develar conspiraciones en todo: Los surcos que dejan los aviones, la redondez de la tierra, el uso de flúor en el agua potable, las redes 5G, las vacunas o el uso de mascarillas durante una pandemia mundial.
Esta paranoia llega a extremos tan increíbles como pensar que Donald Trump es el salvador de la humanidad y que todo lo que hace es parte de un plan para liberar al mundo del Comunismo o de las garras de la élite judía, reptiliana, homosexual y pedófila que domina la banca, las corporaciones y los medios.
Esto está pasando actualmente en el mundo, pero no es la primera vez que sucede. Ya tenemos la experiencia de lo que ocurre cuando un grupo de paranoicos ignorantes se hace con el poder bajo la bandera de destruir a la raza, religiones, orientaciones sexuales y creencias que consideran que son los culpables de los males del mundo. Esa fue la historia del Nazismo que nos dejó el holocausto y la guerra más sanguinaria que haya visto la humanidad.
No para todo el mundo ni para todo momento
Finalmente, el otro punto que quiero tratar hoy es el hecho de que, aunque se dice que la espiritualidad es la vida misma y que todo lo que acontece es parte del camino espiritual, no todas las situaciones de la vida son propicias para las prácticas espirituales. Me explico, en ningún momento hará daño que observes tus acciones y tus pensamientos, pero puede haber momentos en los que meditar no sea oportuno o no sea la mejor alternativa: Si tienes que resolver un problema con alguien a quien amas, está bien que medites para calmarte y centrarte, pero la solución no va a llegar mientras haces mantras sino buscando llegar a un acuerdo, hablando con honestidad y escuchando atentamente a la otra persona.
He conocido personas que utilizan la espiritualidad para evadir tomar las decisiones que necesitan para resolver sus problemas y en lugar de hacerse cargo de sus asuntos, se refugian en la meditación, el yagé, el esoterismo o el misticismo. Cada quien tiene su proceso y sus ritmos, pero lo cierto es que la verdadera espiritualidad es acción y decisión. Hay tiempos para prepararse y para armonizarse, pero también para trabajar duro y hacer lo que hay que hacer.
También hay que reconocer el camino de la iniciación no es para todo el mundo. No solamente porque muchas personas no están listas para despertar o porque haya muchos que no están dispuestos a pagar el precio que implica autorealizarse y liberarse de sus propias ataduras, sino porque hay personas que realmente no lo necesitan. Ya lo dije en otro episodio, que hay personas que viven una vida armoniosa y feliz sin necesidad de budismo ni yagé ni ángeles o yoga.
Incluso para muchas personas que atraviesan momentos difíciles puede resultar más iluminador y terapéutico acudir a la psicología, el deporte, el arte o el estudio. Una persona de conocimiento entiende esto y no intenta convencer a nadie para que siga su camino, pero da testimonio del efecto de la espiritualidad en su vida con armonía, abundancia, honestidad y sabiduría, como un faro que alumbra y guía con su luz a quienes buscan su propio camino en medio de la oscuridad.
[1] https://pando.com/2020/10/13/silicon-valleys-corporate-mindfulness-hypocrisy/
[2] http://z.dolcarevolucio.cat/web/Causas%20emocionales%20de%20las%20enfermedades.pdf
Hola!!!
Creo que el problema principal de nuestra preocupación por los infortunios es de perspectiva. Los humanos estamos acostumbrados a dar muchas cosas por sentadas: la vida, la salud y la tranquilidad nos parecen lo mínimo a lo que debemos tener «derecho» pero se nos olvida que en Millones de Kilómetros a la redonda, hasta donde llegan nuestros telescopios, vivimos en un pequeño punto azul que es el único lugar donde la vida es posible. Dentro de este pequeño planeta, vivimos en el único período de tiempo en miles de millones de años en el que es posible que hayamos prosperado como especie. Ya somos un milagro y afortunados por tener la posibilida de contemplar la creación y plantearnos preguntas existenciales. Tanta fortuna también nos ha hecho soberbios y olvidamos que vivimos en un Universo regido por las leyes físicas y el azar así que como lo comenté en el episodio sobre la aceptología, debemos comenzar por aceptar esta realidad, una vez que nos reconciliamos con ella, podemos apreciar su belleza y entender que la noche y el día son dos caras de la misma moneda, al igual que lo son la suerte y el infortunio.
Esta bella poesía me ayudó a comprender este misterio: https://bajomipropiasombra.blogspot.com/2011/07/khalil-gibran.html