La tormenta dio paso a un claro cielo azul. Paula y yo estábamos más enamorados que nunca y por fin podíamos enfocarnos en prepararnos para la llegada de Luciana. Debido a todo lo que sucedió, me había perdido una buena parte de los primeros tres meses de embarazo de modo que no quería desaprovechar ni un minuto más.
Después de regresar de Medellín, hicimos un nuevo viaje al bello departamento de Boyacá, donde se encontraba la laguna a la que pedimos la llegada de nuestra hija, pero esta vez nuestro destino fueron balnearios, restaurantes y otros atractivos turísticos. Conversamos durante horas mientras disfrutamos de los hermosos paisajes y deliciosos postres boyacenses. Habíamos vuelto a encontrar la chispa de nuestra relación y parecíamos un par de novios al inicio de su romance.
De vuelta en Bogotá, comenzamos a planear el nacimiento. Por cumplir con las normas de salud, hicimos el procedimiento para registrar a Paula en la clínica donde por nuestro lugar de residencia, tendría que suceder el parto. Sin embargo, los dos estábamos de acuerdo con que no queríamos que Luciana naciera en un hospital. Las historias de enfermeras malhumoradas y obstetras que prefieren una cesárea corta que un parto natural prolongado nos aterraba y a pesar de que ya no sentíamos la misma afinidad con los Muiscas, sí queríamos que el nacimiento fuera un parto respetado, ojalá siguiendo alguna tradición ancestral y definitivamente uno en el que yo pudiera estar presente.
La cuestión era que a diferencia de otros países en los que la partería se encuentra reglamentada y bien organizada, Colombia no contaba con un gremio oficial de parteras. Sólo conocía de uno llamado ASOPARUPA que es la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, pero habríamos tenido que viajar a otra ciudad para acudir a ellas.
El Muisca Partera
Resultó providencial que justo en esos días, mientras asistíamos a una de nuestras actividades favoritas en Bogotá, el festival ECOYOGA en el Parque de los Novios, alcancé a asomarme brevemente en una charla que estaba dando un interesante personaje que se hacía llamar Ramiro Partera.
Ramiro era un agradable y regordete joven de cabello largo y crespo que vestía con un atuendo muy similar al que yo porté durante mis años junto al Pueblo Nación Muisca Chibcha. En la charla, Ramiro se refería a su rol como “partera” y no “partero” y cuando hablaba de su grupo de trabajo decía “nosotras”. Contó de su formación en partería, la cual había recibido de su abuela materna y de cómo se esforzaba por canalizar su energía femenina para cumplir la labor para la que sentía que había encarnado en este mundo y la brindar la enseñanza que otorgaba a doulas y aprendices de partería que lo acompañaban.
Como no podía ser de otro modo, tomamos aquella “coincidencia” como una señal de que Ramiro sería la persona indicada para traer al mundo a nuestra Luciana. A los pocos días Paula y yo hicimos una visita a la sede de Mujeres Bachué, que es el nombre de la organización que Ramiro lideraba y a través de la cual prestaba sus servicios de partería.
Allí tuvimos la suerte de encontrar a Ramiro con algo de tiempo libre, lo que no era usual porque Ramiro atendía partos, postpartos y cierres de cuarentena casi todos los días, además de las charlas que daba, los talleres de partería y encuentros de saberes a los que era invitado cotidianamente.
Esa tarde, Ramiro nos contó muchas cosas que encontramos fascinantes, por ejemplo que las madres, a medida que van avanzando en su embarazo van elevando su nivel de consciencia a través de un proceso que se asemeja a las fases lunares. El primer trimestre sería como la luna nueva, saben que en su vientre se está gestando un nuevo ser, pero es difícil sentirlo y en muchas ocasiones se puede incluso olvidar que se está en embarazo.
Luego viene la luna creciente, en la cual ocurren muchos cambios tanto externos como internos. Lo más notorio es el crecimiento del vientre, pero todo el cuerpo de la mujer experimenta fenómenos extraños y su mente cambios de ánimo repentinos. Luego, acercándose al momento del parto, la madre se convierte en una luna llena, no solo por la forma de su abultado vientre, sino porque se llena de sabiduría y estados místicos. Ramiro nos contaba que, en esa etapa, las mamás a veces expresan deseos repentinos, decisiones extrañas y otras conductas que él recomienda que hay que observar y analizar porque se manifiesta una elevada sabiduría de la que muchos a su alrededor pueden sacar provecho. Finalmente, el momento del parto y el postparto es la luna menguante. Según Ramiro, los niños que nacen en luna llena o menguante tienen espíritu de abuelos.
Luego de esta bella descripción, Ramiro nos habló sobre el momento del Parto: El partera dijo que muy cerca del momento del parto, la mujer elige el lugar en el que dará a luz y es una elección que a veces parece arbitraria, pero que corresponde a esa sabiduría superior que otorga el embarazo. Una capacidad de decisión que, por cierto, es usualmente arrebatada cuando se limita a la madre al confinamiento de una pequeña habitación o una cama de hospital.
Como anécdota, nos contó que una vez asistió a una madre que gastó unos ocho mil dólares adecuando su habitación para el parto con telas importadas, cámaras, esencias, una silla de parto importada y otros elementos. Mientras estaba en su trabajo de parto sintió sed, así que Ramiro la acompaño a la cocina, bebió un poco de agua cuando de repente miró a Ramiro fijamente y le dijo: voy a parir aquí. Ramiro le pregunto: – «¿y tu cuarto?, ¿las cámaras?» – “¡nada de eso!” respondió. Hizo traer una silla vieja y maltrecha que perteneció a su abuelo y allí se sentó a parir as su hijo.
Ramiro continuó su charla explicándonos que, durante el parto, la madre encarna a diferentes roles o espíritus: la mujer centrada, la tierra, la agresiva, la temerosa, la decidida, la fuerte, la débil, la apasionada, la niña, la adulta, la abuela. En casi todos los partos hay un momento en que la mamá dice – «No puedo más». El hombre partera nos decía que éste es el momento más bello del parto porque “no puedo más” no es una expresión de rendición o abandono sino de profunda humildad. Es el momento en que la mujer deja de luchar y se convierte en la Divina Madre misma.
Según Ramiro, cuando ese momento llega, casi todas las mujeres tienen la misma expresión, la misma actitud; como si todas ellas fueran la misma mujer. Una mujer que tiene toda la sabiduría milenaria necesaria para traer un Espíritu a la Tierra para vivir la experiencia humana. La mujer pariendo sabe exactamente cómo debe moverse, cómo debe respirar. Son apenas unos minutos, pero es el tiempo en que el milagro ocurre y damos la bienvenida a una nueva vida.
Entonces le pregunté a Ramiro en qué momento ese Espíritu toma posesión de su nuevo cuerpo, porque sabía que, para algunos sabedores indigenistas como él y varias comunidades indígenas, la vida humana propiamente dicha no iniciaba en la concepción sino en algún momento cercano al nacimiento. Ramiro me contestó que cuando la madre empieza a sentir contracciones, es el momento en que el Espíritu toca la puerta. A partir de allí se iniciaría el descenso a la espiral de 4 ciclos para entrar en esta dimensión.
El momento del primer aliento, coincidiría con la entrada del Espíritu a su nuevo cuerpo y durante primeros 13 días de vida, el recién nacido se encontraría en una lucha por formar su alma y no permitir a otros Espíritus compartir su nuevo templo corporal. Esta es la razón por la que, para los Muiscas y otras comunidades indígenas, el postparto es un período tan sagrado y delicado. Los sabedores recomiendan que, durante esa etapa, las visitas al recién nacido sean las estrictamente necesarias y no se debe permitir que alguien que no sea de entera confianza cargue al bebé o respire cerca de su cara.
Una de las recomendaciones que recibimos para el nacimiento de Luciana fue que no permitiéramos que nadie le dijera a la bebé cosas como “tiene la misma cara de fulano” o “ojalá que tenga las mismas virtudes que sultana”. Según Ramiro, ese tipo de cosas, aún siendo positivas, pueden predisponer toda la vida de una persona que se encuentra construyendo su alma. Eso sin contar con otros males que, según las costumbres populares, pueden afectar a un bebé en la primera etapa de su vida como el mal de ojo, cuando una persona malvada o maliciosa mira al niño a los ojos, el descuaje, que se puede dar por no fajarlo adecuadamente o el hielo de muerto que supuestamente enferma a los niños que están en contacto con un cadáver o con alguien que ha estado cerca de uno.
Después de este primer encuentro, Paula y yo quedamos convencidos de que Ramiro era la persona indicada para ayudar a Luciana a llegar a la vida, pero las cosas no parecían estar destinadas de ese modo. Ese mismo día acordamos que Ramiro nos visitaría en nuestra casa, para conversar sobre el proceso, recibir algunas instrucciones de su parte, conocer a las doulas que trabajabarían con nosotros y conocer el espacio en el que planeábamos que tuviera lugar el nacimiento, si todo salía bien: nuestro apartamento en Bogotá.
El día de la cita llegó y Ramiro confirmó que se encontraba en camino hacia nuestra casa, luego nos contactó nuevamente para avisarnos que había tenido un contratiempo y tardaría un poco en llegar y finalmente dejó de contestar nuestras llamadas y nuestros mensajes. Nunca cumplió la cita ni se comunicó nuevamente para reprogramar el compromiso. Supusimos que habría tenido algún problema y se comunicaría al día siguiente, pero eso no sucedió.
Contrariados, pero sobre todo desilusionados, concluimos que Ramiro padecía de uno de los defectos más comunes entre los Muiscas que conocimos: la laxitud en su observación de compromisos adquiridos. Más de una vez escuché a abuelos y sabedores justificarse diciendo que vivían en el “no tiempo” o que su agenda no la manejaban ellos sino el Gran Espíritu y que cuando les pedía extender una tarea como mambear, poporear o cumplir con alguna labor espiritual, tenían que atender el llamado sin importar a quien dejaran esperando o por cuanto tiempo.
El caso es que no volvimos a saber de Ramiro hasta un par de meses más tarde cuando tuve una diferencia con un par de sus pupilos por un equipo de gimnasia que me vendieron incompleto. Después de semanas de tratar, sin éxito, de llegar a un acuerdo sobre cómo resolver el asunto, les advertí que divulgaría en redes sociales lo que yo consideraba una estafa y ellos me respondieron que, si lo hacía, publicarían en redes sociales supuesta información privada de nosotros como pareja incluyendo acusaciones de maltrato y otras falacias.
Le envié capturas de la conversación a Ramiro porque los inescrupulosos aprendices de partería se comunicaban a través de la página oficial de Facebook de Mujeres Bachué y Ramiro inmediatamente los desautorizó, me ofreció disculpas por el problema e incluso me preguntó cómo podía desagraviarse. Yo consideré que con la disculpa había sido suficiente y aprecié mucho el gesto de asumir la responsabilidad por una falta de sus estudiantes.
Lamentablemente, el incumplimiento de marras había roto la confianza por nuestra parte, porque, aunque seguíamos considerando que Ramiro era un gran sabedor y partera, no queríamos correr el riesgo de un nuevo incumplimiento, tal vez en el momento más importante para nosotros. Nuestra desconfianza podría parecer exagerada, teniendo en cuenta que un incumplimiento de una visita inicial no quería decir que Ramiro fuera a faltar también en el momento del parto.
Pero nuestra aprensión quedaría confirmada unos meses más tarde cuando recibimos la llamada de una amiga cercana, que también se encontraba en embarazo y quien había decidido seguir adelante con el acompañamiento de Ramiro. Ella había comenzado a sentir sus contracciones y Ramiro no contestaba sus llamadas. Tratamos de contactarlo a él y también a conocidos en común pero no hubo respuesta. Habíamos tomado la decisión correcta.
Alejandra, Partera de Vidas
Nuestra búsqueda de una partera continuó y Paula rápidamente logró encontrar, gracias a recomendaciones de personas conocidas, justo a la persona que necesitábamos. Después de una llamada inicial, Paula concretó una primera cita con Alejandra Montes, quien en ese entonces anunciaba sus servicios como “Partera de Vidas”.
Desde el primer momento sentimos empatía y confianza con Alejandra. Era tan espiritual y experta en su arte como Ramiro, pero además saltaba a la vista que era una mujer muy organizada, metódica y disciplinada. Tenía formularios de inscripción, una página web muy bien organizada, testimonios de otras parejas, un consultorio muy agradable y bastante material de referencia creado por ella misma como cartillas, presentaciones y diagramas.
Bueno, todo eso parecería secundario, pero después de nuestra infortunada experiencia con Ramiro, sabíamos que además de conocimiento y buena voluntad, queríamos a nuestro lado a alguien puntual y organizada. Alejandra era a la sazón una de las parteras más conocidas de Bogotá; dictaba conferencias, formaba a otras parteras y su tiempo era codiciado por cada vez más parejas que querían entrar en la tendencia del “parto respetado”, que brindaba la oportunidad de transformar el parto, de un simple trámite hospitalario, en una experiencia de amor y unión familiar, uno de los momentos más sublimes en las vidas de una madre, un padre y un nuevo ser.
Durante los siguientes meses, tuvimos sesiones de acompañamiento frecuentes con Alejandra. La mayoría de las veces, la cita era para mamá su bebé en formación, pero de vez en cuando los padres éramos invitados y aprendíamos sobre el proceso de parto y cómo ayudar activamente en el nacimiento, los cambios físicos y emocionales antes, durante y después del alumbramiento y mucha más información importante para las nuevas familias.
A medida que nos acercábamos a la fecha probable de parto, Lucianita se hacía cada vez más pesada y Paula, que tenía una complexión bastante delgada empezó a tener dificultad para dormir, dolores de espalda y otras incomodidades que conocen bien quienes ya han tenido la bendición de llevar una vida en su vientre. Fue en este último tercio del embarazo que más pudimos reconocer el valor de contar con el acompañamiento de parteras y doulas, que, con sus consejos, masajes, ejercicios guiados y actitud de servicio, ayudaron a Paula a hacer más llevaderas las incomodidades y estar mejor preparada para el gran día.
Cinco días antes del nacimiento de Luciana, Alejandra y sus doulas organizaron una bonita ceremonia en nuestra casa, en la que nuestros familiares y amigos le hicieron regalos espirituales a Luciana para darle la bienvenida a la vida. Mientras las doulas decoraban la panza de Paula con un mandala de flores, los invitados iban expresando enseñanzas y consejos que hubieran cosechado durante sus vidas, que quisieran entregarle simbólicamente a Luciana para que la acompañen durante su vida.
Ese día, además, Alejandra nos dio una larga lista de compras que deberíamos hacer antes de que terminara la semana, para tener todo listo en el momento en que Luciana decidiera llegar a nuestros brazos. La lista incluía hierbas dulces como Manzanilla, Artemisa, Salvia, Menta y Sauco, y amargas como Ruda, Tomillo, Romero y Albahaca; que debíamos poner a secar colgándolas en las paredes.
También necesitaríamos tabacos, unas gotas homeopáticas llamadas Rescate y otras cosas que no recuerdo ya. El caso es que durante los días siguientes nuestro apartamento parecía un hermoso puesto de yerbas en el mercado local y olía delicioso. El altar estaba dispuesto con todos nuestros símbolos chamánicos y esotéricos y sólo faltaba esperar con paciencia a que Luciana nos hiciera saber que ya estaba lista para llegar. Según nos enseñó Alejandra, en el parto respetado es la bebé quien elige el día y la hora de su nacimiento y no hay necesidad de inducir o acelerar nada. Pocos días después viviríamos una de las experiencias más intensas y hermosas de nuestra vida y nos daríamos cuenta que el oficio de la partería es uno de los servicios más nobles y desinteresados que un ser humano puede ofrecer a otro.
“Sabemos Parir”
Desde que supimos que Paula estaba embarazada, ella y yo empezamos a escribir juntos un diario para Luciana, en el que le contamos algunos apartes de lo que íbamos viviendo mientras esperábamos su llegada. Sin embargo, yo llevaba un par de meses sin escribir nada porque nos habíamos enfocado en nuestra preparación para el nacimiento. El 30 de abril recordé que me había propuesto no dejar que terminara el mes sin escribir una nueva entrada en el diario de la bebé, pero ese día decidimos salir a cenar para tener una última cita los dos solos, antes de tener una bebé con nosotros, con lo cual olvidé escribir y nos fuimos a dormir cansados después de un largo día.
Logré dormir un par de horas y entonces Paula me despertó con suavidad y me dijo:
– “Amor, estoy como sintiendo contracciones”
Me desperté como un resorte y cuando la miré a los ojos supe que el momento había llegado. De todas formas, siguiendo las instrucciones de Alejandra, empecé a tomar el tiempo entre contracciones y después de unas cuantas, concluimos que, a pesar de la hora, debíamos alertar a Alejandra. El nacimiento había iniciado, pero aún nos esperaban un par de sorpresas, pocas horas de sueño y un desenlace maravilloso. Mientras esperaba a que mi presencia resultara útil en el proceso, pensé que un buen uso de mi tiempo sería cumplir con mi meta de continuar el diario de Luciana y así lo hice, tomé mi computador y empecé a escribir los siguientes relatos, a manera de crónica de lo que íbamos viviendo y creo que la mejor forma de describir lo que sucedió durante las siguientes 22 horas es compartir esos relatos tal como fueron escritos aquella bella noche:
Primer relato: “Hola pequeña de mi corazón, son las dos de la mañana del primero de mayo de 2015. Aquí estoy al lado de tu mamita, que desde hace un par de horas ha estado sintiendo unos característicos dolores que comenzaron un poco antes de la medianoche y se han vuelto recurrentes cada 4, 5 o 10 minutos. Se llaman contracciones y mi trabajo es llevar la cuenta de cada cuanto suceden, su duración e intensidad. el trabajo de tu Mami es sobrellevarlas y respirar con mucha atención durante cada contracción. Alejandra, la partera que nos ha venido preparando para tu llegada se encuentra de viaje fuera de la ciudad, pero ha estado pendiente de ustedes a través de su teléfono celular.”
Durante nuestra última sesión de preparación para el parto, un par de días antes, Alejandra había dirigido una bonita ceremonia privada de recibimiento en la que nos envolvió con incienso de copal y consagró a Paula para facilitar el nacimiento, según una tradición que aprendió de su maestra de partería de linaje Maya. Después de terminada la ceremonia nos confesó que estaba apremiada para realizar un viaje a la ciudad de Armenia por motivos familiares y nos prometió que estaría en Bogotá sin falta el 3 de mayo. Según sus creencias, como ese día sería luna llena, era muy probable que Luciana llegaría entonces. Luciana, claramente no tenía intenciones de esperar la sincronía lunar y anunció su llegada mientras Alejandra se encontraba con su familia en otra ciudad.
Segundo relato: “Seguimos aguardando con paciencia; tu mami soportando el dolor con mucha valentía y yo acompañándola y apoyándola. Por ahora pocos saben que ya decidiste iniciar tu llegada para vivir esta experiencia humana. Hemos estado chateando con Alejandra, quien nos ha dado muy buenos consejos que han servido para facilitar el proceso: mantener hidratada a tu mamá, darle agua de Chía, un agua aromática, un baño caliente y algo de comer la han mantenido tranquila. Acaban de llegar dos parteras que Alejandra nos envió...”
A los pocos minutos de contactar a Alejandra con la noticia, confirmamos su admirable ética profesional. No sólo empezó a buscar inmediatamente un tiquete en el primer vuelo que la llevara de regreso a Bogotá, sino que contactó a dos parteras amigas suyas, a quienes no conocíamos pero que como nos contó Alejandra luego, sabía que podía confiar completamente para acompañarnos mientras ella podía llegar. Incluso, nuestra partera sabía que era perfectamente posible que Luciana naciera mientras ella estaba en el aire y que no alcanzara a participar en el nacimiento, pero aun así compró su pasaje y se empezó a arreglar para dirigirse al aeropuerto de Armenia.
Tercer Relato:“Con Alexandra y Andrea las cosas van mucho mejor, tanto tú como tu Mami están más tranquilas sabiendo que la madrecita nos envió sabedoras tan serviciales para que acompañen tu llegada. Alexandra nos ha explicado el proceso y nos dice de una forma muy dulce que ustedes están muy bien, que tu corazoncito late fuerte y que las dos están llegando poco a poco a un estado de relajación que las va a llevar con tranquilidad a la siguiente etapa de tu nacimiento. Pero hasta ahora vamos comenzando...”
Alexandra era una experimentada partera con la presencia de una verdadera abuela ancestral. Desde que nos saludó con un abrazo a eso de las cuatro de la mañana sentimos confianza en ella y nos alegró que la providencia la hubiera llevado a nuestra casa. Andrea era en cambio una alegre joven que inmediatamente se dispuso a alistar todo lo que se necesitaría durante las horas siguientes. Por su juventud, pensé que se trataba de una doula que es una mujer que acompaña procesos de gestación y apoya a la madre durante el alumbramiento. Sin embargo, poco después supe que Andrea también era partera y por casualidad se encontraba en la casa de Alexandra cuando ella recibió la llamada de Alejandra. Alexandra le había dicho con complicidad: – “Tenemos el nacimiento de una niña en Álamos, ¿quieres acompañarme?” Andrea inmediatamente se incorporó y le dijo – “¿Un nacimiento? No me lo pierdo por nada. ¡Vamos!”
Cuarto Relato: “Es la hora de la medicina, mientras tú ensanchas el camino que te traerá al vientre de tu Madre Gaia, tu madre se interioriza en el latido de la vida para guiarte a tu nueva existencia. Con la guía de las sabedoras he preparado la medicina que necesitan. Con la fuerza del armadillo, elementales de aguacate, albahaca y otras plantas, la música sanadora de pincullo, sonaja, armónica y sonidos de la tierra vamos llamando al espíritu de parto y los seres conscientes de este y otros mundos que acuden con enorme alegría a asistir tu nacimiento. Ahora tu madre, mujer medicina, descansa mientras nos dirigimos al inicio de un nuevo universo, un nuevo amanecer que todos hemos estado anhelando. ¡Ya es el tiempo!”
La primera tarea que Alexandra me asignó después de llegar a nuestra casa, fue que pusiera a hervir agua en una olla grande. Así lo hice y poco después, ella sacó de su bolsa un caparazón de armadillo. Me explicó que, así como el armadillo mueve las placas de su caparazón cuando se desenrosca de su posición de protección para abrirse al mundo, los huesos y músculos de Paula se estaban abriendo para recibir a Luciana. La esencia del caparazón de armadillo sería la base para la medicina más importante que recibiría Paula en el momento apropiado del parto.
Poco después Andrea me entregó una varita de chusque o bambú de páramo y me dijo que tomara un cuchillo y tallara dientes de sierra en un lado de la varita. Esta sería la herramienta que más tarde usaría yo para cortar el cordón umbilical y con ello consagrar a Luciana como un Ser independiente pero unido para siempre a nosotros por el lazo invisible del amor.
Quinto relato: “La dulce espera... La Divina Madre les regaló a ustedes dos la gracia de un momento de descanso, de quietud. Sus corazones reciben la oportunidad de recuperar la fuerza para la parte decisiva de este hermoso reencuentro. Luego de un duro trabajo de transición en el que tu mamita ha mostrado una enorme entereza, un inmenso valor ante el dolor físico y los vaivenes de la mente, llega un momento de silencio.
Las sabedoras y los seres que las amamos tenemos también la posibilidad de descansar y ya podemos sentir tu presencia; tu casa está llena de humos de incienso de copal y ofrendas de tabaco, pero también de palabras de sabiduría y notas de música consciente. Todos sabemos que nos alistamos para la recta final, que es en realidad el comienzo de tu nueva historia.”
El sol ya resplandecía en esa clara mañana de viernes y afortunadamente las contracciones habían dado una tregua de un par de horas en las que Paula pudo descansar. Yo dormité por ratos mientras charlaba con Alexandra y Andrea hasta que sonó el timbre. Levanté el intercomunicador y con alegría escuché la voz de Mara, nuestra maestra chamana que había postergado compromisos y ajustado su agenda para dedicar el día a acompañar el nacimiento de Luciana. Sería su nieta espiritual y por primera vez tendría la ocasión de presenciar un nacimiento. Mara llegó, como siempre, a ponerse a disposición para ayudar, no solamente con rezos y cantos sino ayudando con los quehaceres de la casa, proporcionándole masajes relajantes a Paula, sacando la basura, en fin, lo que hiciera falta para facilitar las tareas de los demás.
Betty, la mamá de Paula, quien se encontraba con nosotros y Ana María, mi hija, ya se habían levantado también, pero se habían ido para el apartamento de mis padres, que quedaba en el mismo edificio, de tal forma que las parteras pudieran hacer mejor su trabajo y nosotros concentrarnos en el nacimiento. El día transcurrió lentamente y aunque a veces las contracciones se intensificaban y el inicio de la fase final del parto parecía inminente, las señales que las parteras reconocen en el cuerpo de la madre, no asomaban en Paula. Era como si Luciana estuviera dándole tiempo a Alejandra para que alcanzara a llegar a recibirla…
Sexto relato: Ya son casi las 5 de la tarde y para alegría de todos, tu partera Alejandra acaba de llegar luego de tener que interrumpir intempestivamente un viaje en el que se encontraba fuera de la ciudad, ¡sólo para venir a recibirte! Tu mami y tú llevan casi 18 horas en trabajo de parto, y aun no sabemos cuánto más hacen falta para tenerte con nosotros.
Mamá ha decidido permanecer en el cuarto de tus papitos y seguramente será allí donde veras la luz por primera vez. Su esfuerzo es grande y su cuerpo empieza a acusar el cansancio de tantas horas sobrellevando dolores e incertidumbre. Sin embargo, ella es fuerte y todos sabemos que todo va a salir muy bien.”
Bromeábamos diciendo que Luciana quería era que Alejandra la recibiera y la alegría de Paula cuando supo que Alejandra había llegado, solo podía entenderse si uno veía su felicidad en medio de una fuerte contracción. Nuestras parteras se abrazaron y cuando vi a esas cuatro mujeres guerreras y sabias, sentí que éramos los padres más afortunados del mundo. No habríamos podido pedir una mejor compañía así lo hubiésemos codiciado. Nuestro plan era contar con una partera y una doula y las circunstancias – o la Divinidad – nos habían otorgado tres parteras y una chamana: Alejandra, Alexandra, Andrea y Mara: hasta sus nombres parecían elegidos deliberadamente.
Los sonidos del tambor mezclados con quejidos de dolor, palabras de ánimo y soplidos de licor con yerbas formaban una extraña e hipnótica música que acompañaba el drama místico de la creación, representado por seis mujeres ante mis ojos. Pude reconocer las etapas del recorrido del parto de las que nos hablo Ramiro Partera y vi en Paula a varias de las mujeres que como él también nos contó, van apoderándose de la madre en trabajo de parto, pero fue la última mujer, la que da a luz, la divina Madre, quien me conmovió hasta las lágrimas y me hizo arrodillarme de humildad mientras la veía parir a mi hija, a nuestro angelito. Miré a esas mujeres cantando “Sabemos Parir” de Rosa Saragoza y supe que estaba presenciando un poder que los hombres nunca llegaremos a esgrimir pero que podemos apreciar y proteger en cada mujer que la vida nos da la oportunidad de amar.
Séptimo relato:Ya con la noche de un nuevo día sobre nosotros y el cansancio acentuado en todos, pero sobre todo mucho más en tu mamita, notamos como sus contracciones son cada vez más y más fuertes. Ella nos dice que está muy cansada y que no sabe si lo logrará, pero todos tratamos de darle ánimo. Marita le pone esencias armonizadoras y Alejandra, Alexandra y Andrea se encargan de darle masajes, indicaciones y apoyo mientras yo simplemente estoy a su lado listo para lo que necesiten.
Yo siento que el momento se acerca y salí un momento para ritualizar el yagé que el Taita Fernando nos envió para tu nacimiento. Por cierto, Andrea dice que los hijos del yagé vienen muy protegidos y que por eso el tapón mucoso que te separa de este mundo es más grande de lo común.
Hemos entrado en un momento muy elevado, todos estamos con nuestra consciencia alterada a pesar de que solo yo tomé yagé y apenas fue una cucharada. Los dolores de tu mamita se hacen tan fuertes que sus quejidos se convierten en llanto y yo no puedo hacer más que tratar de contener mis propias lágrimas. Claro que no son de tristeza o lástima sino de pura admiración, al ver a mi esposa convertirse en madre y ser tan fuerte y valiente. A pesar de que está a punto de completar 22 horas pariendo, y de haber estado a punto de desmayarse un par de veces, sigue adelante.
De pronto tu cabecita se asoma y todos sentimos una alegría indescriptible. tu mami toma fuerzas más allá de lo humano, desde la propia Madre Divina y en pocos minutos, allí sentadita en una silla de parto de guayacán, puja y suma su fuerza a la tuya para dejarte salir de su cuerpo. Entonces caes sobre una cama de toallas blancas e inmediatamente lloras mientras escupes el líquido que has tomado en el vientre de tu mami. Entras en esta nueva matriz. Dejas atrás la cápsula viajera en la que arribaste a este mundo y empiezas a escribir tu historia. Eres hija del Sol, hija de la Luna y de la Madre Tierra, pero también hija de todas las estrellas y los mares. El Gran Espíritu te envió desde el Cosmos a través del Yagé, a traer tu amor a la humanidad. Aquí estamos para acompañarte, para guiarte y aprender de ti. Bienvenida a tu nuevo mundo.
Mi episodio favorito definitivamente, pude recordar los momentos de mi parto y volver a sentir lo maravilloso que fue traer a la vida a mi Juandi que en definitiva es el mejor regalo que me ha dado la madre el poder que tenemos las mujeres es mágico, único e irrepetible.. Gracias Manuel por compartir este momento tan hermoso..
Gracias a ti por tu compañía en este bello camino! 🤗🤗🤗