Última actualización el 2020-10-21
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En el episodio 13 les conté cómo es posible reconciliar una comprensión objetiva del Cosmos basada en la ciencia con una visión mística de los fenómenos naturales basado en narraciones que construimos para conectar nuestro mundo interno con la realidad externa. Este es el Naturalismo Poético y a través de él, o al menos una versión simplificada del naturalismo poético, podemos resignificar términos y prácticas que tradicionalmente han pertenecido al terreno de lo sobrenatural.
Este es el ejercicio que he venido realizando para reinterpretar los conceptos que he recogido durante estos años de camino espiritual, que han sido útiles en mi vida y me han permitido ayudar a otras personas.
Hace poco conversamos también sobre el bien y el mal, y vimos cómo esta dualidad se expresa de muchas formas en distintos sistemas de creencias. En la religión por ejemplo, se habla de la virtud y el pecado pero en los saberes esotéricos se acude con frecuencia a la dupla luz y oscuridad.
Estos términos se intercambian con frecuencia y suele pensarse que luz es equivalente a bien y oscuridad a mal pero en la visión ancestral que conocí, luz y oscuridad tienen más que ver con su significado físico que esotérico. La luz representa a la consciencia pura y la oscuridad a la ausencia de luz, es decir la inconsciencia. Desde ese punto de vista, no existe un juicio moral sobre lo que refleja esa luz o lo que esconde esa oscuridad. Simplemente reconoce el hecho de que hay situaciones, comportamientos, pensamientos, sensaciones, emociones y reacciones que podemos identificar en el momento en que suceden y por lo corresponden con nuestra voluntad consciente. Podríamos decir que esos pensamientos, emociones y reacciones están en la luz.
Pero hay otros procesos que ocurren sin darnos cuenta, podría decirse que en contra de nuestra voluntad consciente o incluso en detrimento de nuestros propios intereses. Pensamientos auto-destructivos, sensaciones que no provienen de ningún estímulo real como las fobias, emociones que nos causan sufrimiento como el odio y la envidia o reacciones desproporcionadas como la ira o el pánico. Todas estas cosas son a las que podríamos llamar oscuridad, no porque sean malos sino porque no ocurren de forma consciente, no los podemos ver, están ocultos. De hecho, podríamos encontrar algunos ejemplos de cosas positivas que están en la oscuridad. Por ejemplo el positivismo: Hay personas que son positivas de forma natural, incluso más allá de la lógica son capaces de mantenerse optimistas a pesar de que las circunstancias adversas.
Otro ejemplo podría ser el heroísmo, hay personas que tienen la capacidad de pasar por encima de sus propios intereses o incluso de su propia vida por el bien de los demás. Estoy hablando nuevamente de casos en los que surgen esos comportamientos surgen sin haber un proceso mental consciente. Si es inconsciente, hace parte de la oscuridad. Por qué? Porque incluso el amor cuando se experimenta sin consciencia puede terminar por causar daño innecesario. El positivismo desconectado de la consciencia se puede convertir en tozudez, terquedad y el heroísmo se puede convertir en una forma de martirio innecesario.
La luz se asocia con los valores relacionados al equilibrio: amor, consciencia, ecuanimidad, justicia, entendimiento, verdad. En inglés existe la expresión “to shed light” que traduce textualmente “echar luz” y significa “esclarecer”. La ciencia y la espiritualidad buscan “echar luz” en donde hay oscuridad: la ciencia en todos los fenómenos físicos que no comprendemos y la espiritualidad en todos los fenómenos de la mente humana sobre los cuales no tenemos consciencia.
La oscuridad no es la maldad pero es el terreno donde el mal prospera: inconsciencia, miedo, tiranía, conflicto, engaño. El período de tiempo entre el siglo V y el siglo XV en Europa se recuerda como la “Edad oscura” o el oscurantismo porque fue una época de poco avance intelectual, comparado con los tiempos de la Grecia clásica y el Imperio Romano que lo precedieron, y el Renacimiento que vino después, en los que hubo una explosión de creatividad científica y artística. Sin embargo, muchos historiadores evitan el uso del término “Edad oscura” precisamente porque conlleva una cantidad de connotaciones negativas, en parte por culpa de la cultura popular en la que con frecuencia se identifica este período con la violencia y el atraso.
Sobra decir que la estigmatización de la oscuridad tiene mucho que ver con el racismo preponderante en la cultura occidental desde sus inicios. El negro, la sombra, la oscuridad se relacionan con la maldad, el pecado, los vicios y por lo tanto, a través de la historia se ha difamado a mujeres y hombres de piel negra, considerándolos proclives a la maldad, el pecado y los vicios.
Claro, los seres humanos tenemos un miedo instintivo a la oscuridad porque somos animales predominantemente diurnos sin adaptaciones sensoriales para la oscuridad como las que tienen las serpientes, los felinos o los roedores. Históricamente éramos cazadores de día y presas de noche y por eso tenemos una desconfianza natural hacia la oscuridad visual, pero ha sido la oscuridad de la mente la que nos ha impedido superar esos condicionamientos ancestrales y reconocer nuestros sesgos mentales.
La oscuridad y sus demonios
Hablábamos antes de cómo nuestro cerebro ha venido evolucionando por capas a través de millones de años. El Homo Sapiens se convirtió en la especie dominante en el planeta Tierra gracias a una cantidad de adaptaciones físicas y mentales. Entre estas últimas se encuentran la consciencia de sí mismo, del pasado y el futuro, de las consecuencias de nuestros actos a largo plazo y de las emociones propias y de nuestros semejantes. A esta cantidad de fenómenos que se generalizan con el término “consciencia”, habría que llamarle más bien “consciencia humana” porque algunos de esos procesos más o menos sofisticados se han comprobado en muchas otras especies animales.
Esa consciencia humana, como vimos en el episodio sobre el Yo, emerge del neocórtex cerebral con particular importancia del lóbulo frontal pero tiene que convivir y cooperar con las otras dos capas del cerebro: Por una parte el sistema límbico, también conocido como como córtex paleomamífero, que es donde se originan las emociones que compartimos con el resto de los animales mamíferos: instinto maternal, comportamiento social, motivación para tomar decisiones y memoria de largo plazo.
Pues éste es el campo de batalla entre la luz y la oscuridad: surgen las fuerzas instintivas de la supervivencia y la cooperación humanas haciendo todo lo que sea necesario por mantenernos vivos y a salvo y el neocórtex tiene que ponerle tatequieto a las emociones y controlarlas para que no se salgan de madre. Por ejemplo, la neurociencia ha identificado la actividad cerebral relacionada con la orientación sexual, el temor y las emociones en una pequeña parte del sistema límbico llamado la Amígdala y fuerzas instintivas como el hambre, la sed y el deseo sexual en el hipotálamo. Amabas zonas pertenecientes al sistema límbico.
La ciencia ha llamado a todos estos procesos cerebrales como me he referido a ellos: instintos, fuerzas naturales. La religión tiene otro nombre para ellos: Demonios.
Todos esos seres que se dice que están tentándonos y seduciéndonos para que nos rindamos a nuestros apetitos e instintos primitivos están en el sistema límbico. Con o sin participación de la consciencia, ellos van a hacer lo que tienen que hacer: obligarnos a comer, beber, dormir, descansar, buscar el amor y reproducirnos. ¿Alguna vez has hecho un ayuno involuntario o te has alejado de alguien a quien amas de un momento a otro? Entonces te has dado cuenta cómo pelean estos procesos del sistema límbico con tal de devolvernos eso de lo que nos estamos privando.
El pensamiento indígena tiene otra forma de ver estos sistemas mentales: no les llaman demonios sino animales internos.
Dicen los iniciados que dentro de cada uno de nosotros hay una serpiente enrollada en la columna vertebral. Esta representa la sexualidad. También que hay un toro en el pecho, que vendría siendo la ira, un oso podría asociarse con la pereza, el cuervo con la envidia y el loro con el chisme.
Mientras que en las religiones tradicionales, el objetivo de la espiritualidad es soportar la tentación de los demonios y en algunos cultos esotéricos como la Gnosis, la tarea consiste en destruirlos de tajo, para los amerindios, al trabajo del Ser se le conoce también como la “cacería interna”. Pero esta no es una cacería para destruir sino para capturar y amaestrar al animal que se está persiguiendo.
Dicen los abuelos que esos animales hay que cazarlos uno por uno porque de lo contrario, van a tomar turnos para contraatacar cuando se sientan perseguidos. Luego hay que seguir silenciosamente al animal y observarlo con mucha atención, aprender a qué hora se despierta, cómo se mueve, cómo se alimenta, que lo apacigua. Luego hay que acercarse poco a poco, nunca parecer amenazante sino por el contrario, mostrar siempre las manos vacías sin perder de vista la mirada del animal. Finalmente, luego de muchos intentos, cuando el animal descubre que el guerrero lo respeta y está ahí para aprender de él y unírsele, entonces el animal agacha la cabeza y se deja echar el cabestro en el cuello.
¿Te suena esta historia de algún lado? ¿Dónde has visto esta relación entre un guerrero o cazador y un animal salvaje? ¡Así es! Este es el argumento de “Cómo entrenar a tu dragón”, una película llena de sabiduría donde vemos a un muchacho inseguro y temeroso acercarse y terminar domando precisamente a un dragón de color negro y de una raza que se llama “Furia Nocturna”. También lo vimos en Avatar, cuando Jake Sully, que es un muchacho impulsivo e indisciplinado se convierte en el primer Na’vi en domesticar a Toruk, que es -otra vez- un imponente animal volador, como una especie de dragón. Me viene a la memoria también la Vida de Pi, en la que Pi termina por domesticar al tigre que viaja con él en su barca.
Fíjense que en este último caso, la metáfora es aún más precisa porque no solamente se trata de un animal salvaje, sino que además está metido en el mismo vehículo así que no hay forma de huir. O se le domestica o se termina convirtiendo en la presa.
La moraleja en todas estas historias, que por alguna razón como que nos hace sentir identificados y nos emociona, es que una vez que el animal se ha domesticado, el guerrero y el animal se convierten en uno. Turuk Makto llamaban en Avatar a quien lograra conquistar a la bestia y unirse a ella -además, de forma muy literal porque en Avatar los Na’vi conectaban su cabello al del animal.
Ahora sabemos de dónde salieron probablemente las historias de la mitología griegas sobre seres mitad hombre y mitad bestia: Centauro si se trata de un caballo, Minotauro si es un toro o Mantícora si es un león.
Los Mayas hablan del Nahual o animal guía, que proviene de la misma cosmovisión de maestría sobre los animales internos y aunque se habla de la capacidad de los iniciados para convertirse físicamente en su animal guía, la verdad es que lo más probable es que se trate más de la adopción de características que se le atribuyen a cada animal. Como la visión del águila, el oído del ocelote o el olfato del lobo.
Incluso en Colombia, los sabedores de la etnia Cofán, también narran historias de abuelos como el Taita Querubín Queta de quien se dice que tiene la capacidad de transformarse en jaguar a voluntad. El jaguar para la mayoría de étnicas Amazónicas simboliza la sabiduría y la fuerza del yagé así que no es de sorprender que durante el trance de la ayahuasca en una noche sin luna, muchos coincidan en ver a su venerado abuelo tomar la forma de una pantera negra.
En fin, hemos hecho un recorrido un poco extraño desde los procesos del sistema límbico en el cerebro hasta las mitologías griega y amerindia, pero no he hecho más que sustentar mi hipótesis inicial de cómo el conocimiento iniciático de muchas culturas se puede validar desde el punto de vista de la ciencia, haciendo uso del concepto de naturalismo poético para usar narrativas o historias fantásticas que representan cosas muy reales y comprobables experimentalmente.
El trono y el cetro
Pero entonces nos falta una parte de la sagrada trinidad de la mente: Ya hablamos del Neocórtex que es donde surge la consciencia humana, el sistema límbico donde se hallan las emociones y los instintos mamíferos. Nos falta por hablar del complejo R o cerebro reptil, aunque su nombre más aceptado es el tallo cerebral.
Vimos en un episodio anterior que en el tallo cerebral residen los instintos más primitivos y que surgieron en la evolución cuando aún formábamos una sola familia con los reptiles. Decíamos que en esta región del encéfalo se producen el instinto de agresividad, el respeto por las jerarquías y la territorialidad. Aquí la parte clave que quiero resaltar son las dos últimas funciones: jerarquía y territorialidad.
Pero además de esto, el tallo cerebral también es el encargado de las funciones autonómicas del sistema nervioso incluyendo la respiración, los latidos del corazón, el sueño y la vigilia.
Esta es la parte más importante de el viaje que hemos venido haciendo hasta el momento, porque estamos llegando al lugar más importante para un iniciado: El Sanctum Sanctorum y ya vamos a ver por qué.
Los procesos autonómicos del cuerpo humano son aquellos que funcionan de forma totalmente inconsciente. No requieren de nuestra atención ni de nuestra intención, sin embargo cumplen su función perfectamente. No están ocultos sino que si les prestamos atención podemos verlos, sentirlos, incluso controlarlos hasta cierto punto. Si, incluso el ritmo cardíaco se puede modificar con las técnicas adecuadas.
Los latidos del corazón y la respiración son las herramientas fundamentales para distintos tipos de meditación, el sueño y la vigilia son herramientas que muchos cultos esotéricos usan para hacer viajes internos y contactar lo que llaman “otras dimensiones”. Miren qué curioso, estas herramientas están localizadas en una parte del cerebro que tiene la misma forma de un báculo. Si ustedes buscan en Google una imagen del tallo cerebral, van a encontrar una especie de cetro formado por la médula espinal, el bulbo raquídeo, el puente de Varolio y la cabeza del báculo que se llama Tálamo.
Ese es el bastón de los abuelos indígenas, el cetro del mago esotérico, el báculo de los obispos. Es ahí donde se hace el trabajo interior y se logra la maestría para poder ir luego a practicar en el campo de batalla del sistema límbico la cacería de los animales internos.
El chamán se entrena con el báculo y luego usa su sabiduría y su poder conquistando con la luz de la consciencia todos esos agregados mentales inconscientes que nos amargan la existencia y están esperando que los despertemos.
Les decía que el sistema límbico es el campo de batalla entre la luz y la oscuridad y hablamos de los instintos y fuerzas naturales de la mente, que son lo que muchos identifican como demonios. ¿Entonces también hay ángeles? Bueno, el cerebro tiene muchos misterios y muchas ayudas, pero una en particular que conocemos, queda en el sistema límbico justo encima del bastón del tallo cerebral, se trata de una glándula muy especial para los esotéricos: La glándula pineal.
De esta glándula dicen muchos místicos que es un portal dimensional, que es la vía de contacto con la divinidad, que es el tercer ojo y otras cosas que por lo pronto se quedan en el terreno de la especulación mística. Pero lo que sí ha descubierto la ciencia es que la glándula pineal produce Dimetil Triptamina o DMT, que es el mismo compuesto químico psicotrópico que tienen la Ayahuasca y el LSD. Hoy en día se siguen descubriendo las funciones que este químico tiene en el cerebro pero algunas que se han comprobado son la de producir oxígeno de emergencia para evitar la muerte de las células cuando hay una falta repentina de oxígeno, regular los ciclos de sueño pero lo más curioso: producir experiencias místicas y estados alterados de conciencia.
¿Podría ser la glándula pineal la responsable de generar experiencias de encuentros con entidades espirituales o divinas? Y de ser así, la pregunta sería, ¿por qué necesitamos los humanos de estas experiencias como parte de la evolución?
En cualquier caso, ahí está el tablero de juego en el que vamos a seguir descubriendo la espiritualidad ligada a la ciencia y el camino para despertar y salir de la matrix. La tarea es arrojar luz sobre la oscuridad, revelar lo que está oculto, amaestrar nuestros animales internos y encontrar un equilibro individual que nos traiga paz y felicidad duraderas. A este proceso se conoce como Iluminación.
Te recomiendo haber escuchado antes:
Episodio 4: La experiencia de la realidad – Un Yo que en realidad son muchos
Episodio 13: ¿Se puede ser escéptico y espiritual a la vez?
Fuentes:
https://kidshealth.org/es/teens/brain-nervous-system-esp.html
https://en.wikipedia.org/wiki/Limbic_system
https://en.wikipedia.org/wiki/Amygdala
https://beckleyfoundation.org/2017/07/05/do-our-brains-produce-dmt-and-if-so-why/
Encontrar la luz, Amaestrar nuestros animales internos, hallar la paz……..Se podra obtener todo esto con los agregados mentales, que se esfuerzan por quedarse en la oscuridad?
Esa es la tarea de la vida mi hermano, en esas estamos y nos perdemos, nos embolatamos y desesperamos a veces pero poco a poco vamos entendiendo que el truco esta en la aceptación, la observación y hasta en no tomar tan en serio el juego 🙂